domingo, 21 de marzo de 2010

Te van a salir lunares en las retinas.


Me pasa cada dos por tres. Cada dos de los tres segundos que se pierden en decidir cuánto tiempo hay que esperar antes de desplumar las ansias que una tiene de bajarle la cremallera a todas las historias que dejan sus finales muy cerrados. Me pasa por todo eso que dice la genética. Por esa cabezonería que me empeño en salvaguardar. Por todos los ratos a los que doy el replay incontables veces (y otra, y otra más). Por asentir todos los consejos pero luego acatar normas de pirata. Me pasa por creer que puedes tener otro ángulo, mucho más allá de los 360 grados. Por guardarte en el contestador. Por poner tanto énfasis en cada “demasiado” y tan poco en cada “yo nunca”. Por beber litros de café, por ahogarte en cada sorbo y sacarle tanta garra a cualquier asunto (Cualquier que no apunte buenas maneras). Me pasa por que nos apostamos hasta los suspiros. Porque hubiera sido más efectivo un buen tortazo a tiempo que todas lass promesas a destiempo. Porque en cada dos de los tres días que me empeño en darle esquinazo siempre hay una gran lista de “pros” que vacilan sin cuidado hasta el último de sus “contras”.

domingo, 3 de enero de 2010

Gusto de encaje.


Hoy quiero ser cursi. Pero cursi de verdad y al máximo. Ser el legado más fuerte de sensiblecursería visto jamás des de los años más esplendidos del rococó. Hoy me van los pastelones, la porcelana y la estética sofisticada y repolluda. ¡Mamá, trae botes de purpurina! Estas zapatillas necesitan un pequeño cambio de imagen. Hoy toca desfile de tules, abalorios y diamantes de imitación. Peluca rosa y colores satinados por doquier. Toca recordar y amarrarse a lo mejor del mal gusto; según el punto de vista de quien lo asuma. ¿Y sin rechistar, eh? Vivo del cliché y me aferro a las expresiones magnificadas de los sentimientos. Los suspiros capaces de hacer volar los manteles y los poetas de palabrería rebuscada y aura hasta en las revueltas de sus nudillos. Porque no hay nada más cierto que esto: “para vivir inviernos y enfermedades no hay nada como lo cursi”. Pues vale. Asomo a mi ventana cargada de gafas de pasta amarillas, cerezas por pendientes y bufanda de plumas. Me pongo tus viejas camisetas. Esas que ni marcan cintura, ni hacen tipín de quitar el hipo. Pero a ti te sentaban tan bien que compensan cualquier tipo de demagogia estética que yo pueda cometer en este día de pura palabra de amor para el idilio. Además pienso entonar pop destilado y canciones de musical. Sí. Hoy me lo permito. Desafinar, tras un telón improvisado con sábanas de encaje, hasta hacer estallar los búcaros de boca alta y los candelabros impregnados de brillo imborrable y programar el punto álgido de mi actuación con un estallido de confeti, flores de tela y aplausos grabados en cassette. Hoy me aferro a los dictámenes de lo pomposo y el cutre-luxe. Lejos del paraíso de la elegancia pero aglutinada entre los fundamentos del colorín, la psicodelia, los culebrones y como no, de la lentejuela.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Te puedo meter en el equipaje.


- Me voy.
- ¿Estás segura? ¿Eres consciente de que esto no es como bajar a comprar el pan?
- Mmm… Sí. Exactamente pega a 620 km de la panadería de la esquina de mi casa. (Lo he buscado).
- El otro día te pedí que me dieras las razones. Venga, convénceme para que acepte tu huída. (Porque, digas lo que digas, estás huyendo)
- Pues… si te vale, creo que me servirá para tener menos combustiones espontáneas, para minimizar mis estallidos y para alejarme de… bueno, para estar lejos de… joder, que me voy. Me sentará bien.
- ¿Tú el apartado de contraindicaciones te lo has saltado, verdad? Deberías ser sensata. ¿Te enteras? Sensata. Te lo voy a decir claro: mándalo a la mierda. Eso sí que es lo mejor para ti.
- Lo sé. (Y eso es lo que me jode. Que lo sé) Creo que no te debería haber llamado. Me regiras los razonamientos. ¿Sabes qué? Te echaré de menos (mucho, mucho, mucho).
- Por cierto, un “creo que”… no significa que estés segura. Pero si te encabezotas en dejar atrás tantas cosas y tanta gente por… bueno, por eso, creo que me tocará ir a verte.
- Estupendo. Sólo estaremos a una hora y media de vuelo. Tú avísame con antelación. Compraré lasaña. Te haré un hueco en mi paréntesis e iremos a perder el tiempo como solo tú y yo sabemos.
- Eres demasiado impulsiva. No. Corrijo. Demasiado sentimental.
- Es que creo que no encajo con el prototipo de rubia con minifalda que nunca se enamora hasta las trancas.
- Buenas noches, bonita. El lunes te daré los azotes que te mereces.
- ...

Y comieron perdices.


Antes a S le gustaban los domingos. Les hubiera estirado las horas como si fueran uno de esos chicles kilométricos que adoraba cuando era pequeña. Pero es que cuando S era pequeña la felicidad estaba dentro de una caja de ceras Manley y eso ya no sirve. Ahora S tiene la cabeza como una santa orquesta, todas las semanas tropieza con los “estoy hasta las tetas” que arrastra bajo sus calcetines y cree que si lo que decían los cuentos hubiese sido verdad a estas alturas más de uno tendría la nariz de aquí a Kansas.

- ¿Pero a ti que cuentos te leían de chiquilla? Mira como has salido. ¿Tú en que pensabas cuando te hablan de princesas y finales felices? Te ha faltado merendar muchos más huevos Kinder.

- Verás, ya es hora de que te digan las cosas como tocan. Cuando caperucita cogió el macuto lo que quería era fugarse con el lobo y empañar los cristales del asiento trasero de la carroza de Cenicienta. Blancanieves se encontró con tanto niño de golpe porque a Nunca Jamás no llegó la pastilla del día después, Alicia es un claro ejemplo de lo que provoca el ron-con-cola y un par de porros a medias y mira si Barbie se cansó de Ken que al final ya la fabricaron sin vagina.

- ¿Tu hoy estás pesimista, no?
- No. Yo hoy estoy realista.

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Qué? ¿Cómo?... ¿Qué?¿Por qué?


Desordénate. Persigue las burbujas aunque sepas que tarde o temprano terminarán por estallar. Estalla tú también. Que por mucho que digas jamás creeré que nunca tuviste la pícara curiosidad de meter mano a la mirilla de tus horizontes. Tengamos un despiste. Volvamos borrachos. Abrazados. Cantándole las cuarenta a la mala suerte. Olvídate de que existe la borda y mucho más de que puedes saltar por ella. Es cierto. Había un mapa. Pero olvídate también de él. Tenemos nuestro propio atajo para desenterrar los tesoros.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Sálvese quien pueda.


No he venido hasta aquí para descorchar lo que fuimos.
No es eso.
Necesitaba ponerme furiosa delante de tus narices.
LLorarme de rabia y untarte de cabreo.
Llamarte cobarde.
Fugitivo.
Abofetear el ambiente.

Volverme salvaje.
Ser salvajemente melancólica.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Las 24 horas de un "ya nunca más"


“¿Es cierto eso?... Ya no sabrías… ¿ya no te atreverías?” Preguntó. Plam. ¡Catapum! Mi único amago de respuesta. Y medio escupí esto porque no hubo forma de recomponer a la endereza para abordar el instante, porque todo se desplomó tan bruscamente como una demolición de mis castillos en el aire hasta las baldosas de este desgastado suelo y del suelo a mis infiernos pasando por el bulevar de los fraudes. Deja que tenga mis excusas, joder. También que sea maleducada y un poco volátil. Deja que mande a la porra los conservantes y que masculle que ya no consiento que la situación logre arrebatarme las lágrimas mientras al otro lado del teléfono dices “Eres la leche, pero si te oigo llorar”. Deja que tenga mis dudas a flor de tu piel. Que tenga la poca vergüenza de pedirte que me devuelvas el lunar que me dejé en tu espalda tras tanta noche de roce. Que aunque (te) recuerde demasiado todo esto me siga pareciendo un amasijo de “peros” y “sis con matices” que no logro encajar. Deja que me atragante sin el respaldo de tus ganas y que haga jirones inútiles con mis extremidades en las noches que no te encuentre a menos de medio metro de mí. Deja que esté molesta, pegajosa, almidonada o cualquiera de mis posibles variantes. Joder (y con esta ya van dos) mírame. Si soy yo. En versión original o para que negarlo, a estas alturas haciendome pasar por un desordenado remake. Y sigo. Déjate de alabanzas a falsos dioses que más que bendecir sus hostias las reparten por doquier y ya puestos deja que te eche de menos y que haya días que este menos vaya más. Que me vea remendando el vacío de mi cintura y tus manos con el hilo de cualquier otra ilusión. Que mi hipotermia y tu añoranza tengan una cita impuntual. Que mienta si niego que ponga en tela de juicio a mis dudas para que confiesen que tal vez no te abracé suficiente. Y que por mucho que el resto del mundo no logre entender nada, no quita que haya días que me entren ganas de inflarme a patadas con tanta parodia barata y perder todos los asaltos por descoordinación de movimientos injustificada. Te llevaste mis mejores gestos y si hoy me releo pienso que me he vuelto un tanto dura por exigencias de guión.
“Entonces, (atacas de nuevo), creo que has llegado mucho más lejos de un simple estallido. Bonita, de verdad que no te atreverías?”
Y yo empiezo con mis emociones. A sacar más y más, vamos, que reboso y me fluyen hasta colmar la poca lucidez que pudiera haber patrocinado este encontronazo. No creo que pueda sacar a flote tanto carnaval de nuevos impulsos.
Entonces, te paso el relevo.
“Y tú, ¿Te quedarías conmigo y olvidarías el mundo? ¿Te quedarías aquí para ganarme en la apuesta de que lo bueno que tenemos está tras todas las líneas que nunca te escribí?”