domingo, 29 de noviembre de 2009

Sálvese quien pueda.


No he venido hasta aquí para descorchar lo que fuimos.
No es eso.
Necesitaba ponerme furiosa delante de tus narices.
LLorarme de rabia y untarte de cabreo.
Llamarte cobarde.
Fugitivo.
Abofetear el ambiente.

Volverme salvaje.
Ser salvajemente melancólica.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Las 24 horas de un "ya nunca más"


“¿Es cierto eso?... Ya no sabrías… ¿ya no te atreverías?” Preguntó. Plam. ¡Catapum! Mi único amago de respuesta. Y medio escupí esto porque no hubo forma de recomponer a la endereza para abordar el instante, porque todo se desplomó tan bruscamente como una demolición de mis castillos en el aire hasta las baldosas de este desgastado suelo y del suelo a mis infiernos pasando por el bulevar de los fraudes. Deja que tenga mis excusas, joder. También que sea maleducada y un poco volátil. Deja que mande a la porra los conservantes y que masculle que ya no consiento que la situación logre arrebatarme las lágrimas mientras al otro lado del teléfono dices “Eres la leche, pero si te oigo llorar”. Deja que tenga mis dudas a flor de tu piel. Que tenga la poca vergüenza de pedirte que me devuelvas el lunar que me dejé en tu espalda tras tanta noche de roce. Que aunque (te) recuerde demasiado todo esto me siga pareciendo un amasijo de “peros” y “sis con matices” que no logro encajar. Deja que me atragante sin el respaldo de tus ganas y que haga jirones inútiles con mis extremidades en las noches que no te encuentre a menos de medio metro de mí. Deja que esté molesta, pegajosa, almidonada o cualquiera de mis posibles variantes. Joder (y con esta ya van dos) mírame. Si soy yo. En versión original o para que negarlo, a estas alturas haciendome pasar por un desordenado remake. Y sigo. Déjate de alabanzas a falsos dioses que más que bendecir sus hostias las reparten por doquier y ya puestos deja que te eche de menos y que haya días que este menos vaya más. Que me vea remendando el vacío de mi cintura y tus manos con el hilo de cualquier otra ilusión. Que mi hipotermia y tu añoranza tengan una cita impuntual. Que mienta si niego que ponga en tela de juicio a mis dudas para que confiesen que tal vez no te abracé suficiente. Y que por mucho que el resto del mundo no logre entender nada, no quita que haya días que me entren ganas de inflarme a patadas con tanta parodia barata y perder todos los asaltos por descoordinación de movimientos injustificada. Te llevaste mis mejores gestos y si hoy me releo pienso que me he vuelto un tanto dura por exigencias de guión.
“Entonces, (atacas de nuevo), creo que has llegado mucho más lejos de un simple estallido. Bonita, de verdad que no te atreverías?”
Y yo empiezo con mis emociones. A sacar más y más, vamos, que reboso y me fluyen hasta colmar la poca lucidez que pudiera haber patrocinado este encontronazo. No creo que pueda sacar a flote tanto carnaval de nuevos impulsos.
Entonces, te paso el relevo.
“Y tú, ¿Te quedarías conmigo y olvidarías el mundo? ¿Te quedarías aquí para ganarme en la apuesta de que lo bueno que tenemos está tras todas las líneas que nunca te escribí?”