domingo, 20 de diciembre de 2009

Y comieron perdices.


Antes a S le gustaban los domingos. Les hubiera estirado las horas como si fueran uno de esos chicles kilométricos que adoraba cuando era pequeña. Pero es que cuando S era pequeña la felicidad estaba dentro de una caja de ceras Manley y eso ya no sirve. Ahora S tiene la cabeza como una santa orquesta, todas las semanas tropieza con los “estoy hasta las tetas” que arrastra bajo sus calcetines y cree que si lo que decían los cuentos hubiese sido verdad a estas alturas más de uno tendría la nariz de aquí a Kansas.

- ¿Pero a ti que cuentos te leían de chiquilla? Mira como has salido. ¿Tú en que pensabas cuando te hablan de princesas y finales felices? Te ha faltado merendar muchos más huevos Kinder.

- Verás, ya es hora de que te digan las cosas como tocan. Cuando caperucita cogió el macuto lo que quería era fugarse con el lobo y empañar los cristales del asiento trasero de la carroza de Cenicienta. Blancanieves se encontró con tanto niño de golpe porque a Nunca Jamás no llegó la pastilla del día después, Alicia es un claro ejemplo de lo que provoca el ron-con-cola y un par de porros a medias y mira si Barbie se cansó de Ken que al final ya la fabricaron sin vagina.

- ¿Tu hoy estás pesimista, no?
- No. Yo hoy estoy realista.

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